Huele a plástico inflamado de aliento y pisadas. Pisadas sintéticas que no sé hacia dónde van. Todas iguales y distintas. El caucho parece que da forma al pasillo, al asiento y a las barras de metal; a los libros de la gente que se distrae. A las letras blancas que se marginan ellas solas en la pared. El mismo olor que se concentra en todos los huesos. Huele a amianto.
Y cuando me percato ya no hay pasillo. Sólo una biblioteca de caras y espíritus. Que no se tocan.
La vida está en el aire que te toca. El plástico nos mata. Morimos asfixiados en espacios donde no se comunica y un solo metro puede contener un polo norte de distancia.
ResponderEliminarNos hacemos de pástico cuando no nos vemos. Ni nos tocamos.
Abrazo. VV.